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Nota publicada en la revista "Mística". 

Hombres de negro, encapuchados, con pinta de villano invitado pero rol de "Buenos de la película". Su auge fue en los años 80, cuando a ningún sábado de cine y series le faltaba su película de ninjas. Así, mucha gente oyó hablar del ninjutsu (o de los ninjas, sus cultores), aunque lejos de saber de qué se trataba exactamenete esta milenaria actividad.

El ninjusu (cuya traducción literaria es "resistir con sentimientos nobles") está considerado el padre de las artes marciales. Tuvo su origen hace 3 mil años, en Japón, y de ella derivaron otras actividades como el karate, el judo, el kendo y, más recientemente, el aikido. en su origen influyeron las circunstancias políticas de la sociedad feudal japonesa de entonces. Gobernados por la casta superior de los samuráis, los campesinos se las ingeniaron para crear su propio método de combate con las armas y los elementos de que disponían.

El ninjutsu fue la combinación entre ese método y la filosofía que los sustentó, basada en el crecimiento espiritual del individuo y el respeto por todos los seres vivos. Como se ve, poco que ver con los aguerridos luchadores sin rostro que irrumpían en sus grandes motocicletas y en poco más de un minuto y medio barrían con todo lo que se les cruzaba.

"Ya estamos acostumbrados a los malentendidos", se resigna el maestro Carlos Etchegaray, uno de los principales cultores del ninjutsu en nuestro país. "Pero esta actividad es más rica de lo que se ve en las películas. Aunque, claro, muchos de nuestros alumnos se deciden a practicarla influidos por ellas."

No todo es cuestión de arrojarle estrellitas de cuatro puntas al adversario y este punto, afirma Etchegaray, es el que suele provocar la primera decantación entre los principiantes. Quienes van a buscar una manera de ejercitar la violencia se desilusionan rápidamente y abandonan la actividad. "Además, cuando descubren que esto requiere de un intenso entrenamiento físico, se les presenta otra disyuntiva: o lo toman en serio o lo abandonan para siempre."

Las dichosas estrellitas existen. También hay sables y palos entre las armas. Pero para poder utilizarlas, primero hay que recorrer un arduo camino hecho de gimnasia oriental, miles de abdominales varios y un largo aprendizaje de caídas y todo tipo de acrobacias para dominar la actividad. El objetivo de cada paso es siempre el mismo: adquirir conocimientos. Al igual que las artes marciales que de él se desprendieron, el ninjutsu está gobernado por el mérito y no por la competencia. Por eso, para ascender en su escala jerárquica, debe rendirse examen periódicamente ante los Maestros. "Éste es, en realidad, el verdadero espíritu de toda arte marcial", explica Etchegaray. "Lo que sucede es que algunas empezaron a entrar en competencia para conseguir más adeptos y eso contribuyó a desvirtuar las cosas. Pero el sistema de exámenes es más justo porque es más integral."

De todos modos, y más allá de la profundidad de las enseñanzas orientales en las que se apoye, el fuerte crecimiento de la actividad en los últimos años se debió a una causa estrictamente coyuntural y, desde luego, más pedestre: la creciente inseguridad en las calles. "Es cierto", admite Etchegaray. "Pero eso no hace más violenta a esta actividad. Nuestro objetivo es preparar al alumno para que sea una persona con valores. La misma traducción de ninjutsu es bien clara: resistir con sentimientos nobles. En el caso de la inseguridad en las calles, la gente que se acerca es para aprender a resistir los embates exteriores. Y para eso es fundamental estar preaparado física y espiritualmente."

Texto Pablo Di Pietro