Un
MAESTRO siempre nos conmueve, nos apabulla, es un referente, la decisión
ejemplificada, el momento de las ciencias físicas, el corte
preciso del sable. Un MAESTRO es un amigo signado por Dios en nuestro
camino celestial.
En medicina llamamos MAESTRO al que transita delante nuestro, tropieza
como todos, es digno, humilde, prefiere hacer que decir. Su existencia
nunca es absurda e innecesaria, el paso del tiempo marca huellas imborrables
en nosotros. Como los arrebatos emocionales de la mano del principiante,
doctorarse en la vida de la mano de un MAESTRO es algo mas que aprender
secretas técnicas mortíferas.
Al
entusiasmo y al amor no se llega por ascensión figurativa sino
por zambullirse en el fango de nuestro propio crecimiento. Y esto
se logra producto de una profunda y razonada meditación, constante
y seria dedicación al entrenamiento, con rigor y actitud, con
honra y humildad.
Donde
no existe la Soberbia y reina la Sabiduría, donde hueles el
perfume de las flores, donde oyes el trino de los pájaros,
donde el corazón late en paz; por allí transita un MAESTRO.
Carente
del viejo conocido Egoismo, enemigo de la epidemia de la Hipocresía,
sus enseñanzas nos mantienen absortos en el tiempo, inmune
al derrumbe de los ídolos de barro. Un MAESTRO en mi experiencia
personal responde a la máxima de la Madre Teresa: "Dar
hasta que duela" y esta ha sido la guía de mis pasos por
la vida junto al MAESTRO Sr Carlos
Etchegaray y sus enseñanzas del Arte de las Mil Caras de la
Muerte.